jueves, 7 de enero de 2016

Academía de las Lenguas Aymara y Quechua de Puno 1935-1965

 
Salida de Manco Capac y Mama Ocllo (década del cincuenta)
(Una poca conocida experiencia en el estudio y el uso de las lenguas nativas en la educación, es la desarrollada por la Academia de las Lenguas Aymara y Quechua. En "Historia de la Educación en Puno" se recoge este importante esfuerzo, antecedente de la educación intercultural bilingüe. Aquí un extracto)
 

Un selecto grupo de educadores primarios se reunió en 1935, en Puno, bajo la iniciativa del Maestro Julián Palacios para fundar la Academia de la Lengua Aymara. Ya este educador había insinuado crear la primera academia en Lima, en 1914, pero debido a su precaria permanencia no continuó su iniciativa.
Los fundadores de la academia que componían aquel grupo fueron Julián Palacios, Francisco Deza Galindo, Anselmo Molleapaza, Asunción Galindo y Nora Luz Díaz de Deza; todos maestros primarios. A cada uno le hemos dedicado nuestro juicio enaltecedor en este libro en diversos capítulos en cuyos hechos tuvieron activa participación. Reiteramos en esta vez una breve síntesis de juicio.

Julián Palacios era un pozo de sabiduría de cuantos conocieron la cultura indígena; es lamentable que solo haya dejado pequeños opúsculos, los cuales, como la "Pedagogía de Manco Cápac", el "Cancionero bilingüe para niños" y el "Alfabeto" en el que tuvo activa participación. 
Francisco Deza, otro pionero de la educación rural que tiene una vasta experiencia en el trato con los sobrevivientes de las culturas antiguas y esperamos que dejará escrita las informaciones de su larga actuación magisterial.


Anselmo Molleapaza, cuzqueño de nacimiento y puneño de corazón, como él solía decir, dominaba las lenguas quechua y aymara y tenía una extraordinaria habilidad para llegar y entrar a la conciencia y al corazón del indio. Murió sin dejar nada escrito.
Asunción Galindo, la educadora por antonomasia de niños campesinos, habría sido menos maestra en la ciudad. Su dominio de la lengua aymara era excepcional.


Nora Luz Díaz de Deza, maestra que le seguía en vocación a Asunción Galindo. Su calidad cultural la elevó hasta las funciones del Ministerio de Educación. Ahora vive retirada del servicio. Ojalá  que con su esposo Juan Francisco Deza dejen algo escrito, no exclusivamente para que las futuras generaciones los conozcan, sino para que conozcan las características de las culturas que pueblan todavía el Altiplano.
Fundada la Academia en 1935, en un ambiente honesto de silencio, sin estridencias publicitarias, sus integrantes trabajaron disciplinadamente en ambiente de laboratorio hasta 1939, en que la creación de las brigadas de culturización, de la cual fueron miembros, les abrió la oportunidad de hacer más funcional su labor. En 1942 publican su primer alfabeto, en 1952, tras un periodo de dispersión por las labores de la brigada, se reorganizan. Y en 1960 el Ministerio de Educación reconoce su existencia oficial por R.M. Nº 16052 del mes de octubre.
Primera Etapa
Uno de sus sobrevivientes, ya que la mayoría de los principales ha dejado el escenario de la existencia, Francisco Deza Galindo cuenta que todos los domingos se reunían con una disciplina y una responsabilidad poco comunes. No se posponía, por ninguna causa ningún domingo, ni el horario se retrasaba, ni ninguno faltaba, se servían como incentivo mental un coctel de huevo con jugo de frutas cítricas y luego empezaban a trabajar, desde las nueve de la mañana, hasta las doce del día.
Reunieron toda la bibliografía existente hasta entonces, particularmente las producciones antiguas como las obras de Bertonio o Diego Torres Rubio; estudiaban el problema, sistemática y progresivamente.
Esta forma de trabajo de la primera etapa es interrumpió después de cuatro años de labor cuando se crean las Brigadas de Culturización, cuyo personal lo formaron todos.
Segunda etapa
Aunque aparentemente se interrumpieron las labores de la Academia, el hecho de que todos asumieran nuevas y similares funciones, solo cambió el sistema de trabajo de la Academia; pasando del estudio en laboratorio al de trabajo de campo en contacto con el propio elemento vivo, los campesinos.
Foto histórica: La escuela de experimentación de
Ojherani y su directora Asunción Galindo, el maestro
Julián Palacios y José Portugal Catacora.
Juan Francisco Deza se detuvo en la comunidad aymara de Qota Cuchu y Anselmo Mollepaza, en la comunidad quechua de Qollana, en las que ambos pusieron en práctica en el proceso de alfabetización el primer alfabeto que elaboraron. Y Asunción Galindo realiza su primera experiencia en la escuela de Ojherani con niños.
Estas comunidades fueron los laboratorios funcionales de investigación, donde se probó la eficacia de gran parte del alfabeto elaborado, incluyéndose nuevas innovaciones especialmente en lo que concierne a la escritura  de las palabras específicamente nativas.
Después de esta labor cambian e intercambian correspondencia con los nativos, en los que encuentran una oportunidad más para hacer nuevas rectificaciones, observando la forma como escribían los que habían aprendido a leer y escribir.
Y finalmente, observaron cómo los naturales leían las directivas que, en su lengua repartían desde la brigada, sobre temas de trabajo agropecuario, salud y civismo, encontrando los síntomas inequívocos de la eficacia del alfabeto preparado.
En 1944, Deza es nombrado jefe de la Colonia de Vilque Chico y el personal de la brigada se dispersa entrando la Academia en un estado de inevitable receso.
Tercera etapa
Después del receso obligado, la Academia, se reorganizó en 1952 con el fin de seguir estudiando y perfeccionando el tema que los preocupaba. En esta tercera etapa se incrementa su personal con Eustaquio Aweranqa Rodríguez, Alberto Paniagua Daniells, Estanislao Arce, José Patrón, José Portugal Catacora y otros más; pero perdió en mucho su tónica inicial.
Si bien creció la academia en cantidad, en cambio la calidad de su trabajo bajó por la irregularidad de la asistencia de sus nuevos miembros, quienes posiblemente debido a que también tenían otras obligaciones, dígase profesionales e institucionales, no pudieron dedicarle su absoluta preocupación.
En esta etapa la labor se redujo a revisar los instrumentos preparados y publicarlos.
En este periodo se logró el reconocimiento oficial de la Academia por Resolución Ministerial expedida en el me de octubre de 1960, con la denominación de “Academia de las Lenguas Aymara y Quechua de Puno”. 

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