domingo, 7 de junio de 2015

ENCINAS Pensamiento Pedagógico

José Antonio Encinas (1930)
Si el maestro Encinas hubiera llegado a ocupar la cartera de Educación, poco tendríamos que hacer hoy para reformar la educación. Y si hubiera llegado a la presidencia como alguna vez se le insinuó, Encinas hubiera sido para el Perú lo que Sarmiento para Argentina, pero con el espíritu de este siglo y entonces la revolución peruana se habría realizado por los años treinta. (José Portugal Catacora)
Visto desde un punto de vista panorámico, el pen­samiento pedagógico del maestro Encinas se caracteriza por la concepción del problema educativo como un problema integral que incluye todos los aspectos de la vida humana.
Critica con fundamentos contundentes los parciales y errados conceptos políticos sobre la orientación del proceso educativo. Exige una política educacional pero reprueba la intromisión de los políticos en los asuntos educativos.
Exige superar la mezquina dotación económica que se destinaba en los presupuestos de educación y plantea la necesidad de revertir la prioridad de las inversiones. En el Pe­rú, decía, se gasta en mantener la burocracia administrativa del Ministerio de Educación, en el pago de los estipendios magisteriales y en tercer orden se gasta en el nido; por eso los planteles no tienen locales, muebles ni libros en que estudiar. Hay que invertir el presupuesto educacional, pri­mero en las necesidades del niño, luego del maestro y en tercer orden, en los funcionarios.
Planteó desde hace más de 50 años que el problema educativo no es exclusivamente un problema escolar. El re­quiére de la participación conjunta y coordinada de padres, maestros y funcionarios. Este planteamiento en el fondo y solo dicho de este modo es el mismo que sirve de fundamento a la nuclearización actual y a la desescolarización.
Aislando estrictamente su pensamiento pedagógico dio énfasis a la necesidad de conocer y comprender al niño así como a la de exigir al maestro la responsabilidad esen­cial de adquirir habilidad para realizar ese conocimiento y esa comprensión para educarlo con real eficacia.
Su actitud paradigmática
Hay una característica muy personal pero extraordinaria en Encinas y es su actitud ejemplar de hombre y de maestro. Encinas era capaz de ser y hacer lo que hacía, no se limitaba a predicar. Podemos afirmar que su pensamiento fluía de la esencia de su ser, como un reflejo de su personalidad.
Tranquilo, sereno, severo, austero, generoso, su personalidad se movía como nimbado de un halo de dignidad que agigantaba su ser físico. No gustaba de las dádivas ni de los halagos de la adulación.
Su ternura por el niño rayaba en el sacrificio. Lo vimos distribuyendo calzados a niños indígenas y sostener becas de estudiantes, sin contar con los medios necesarios. Pero, no solo la ternura, sino sobre todo su extraordinaria ca­pacidad para comprender al niño. Dudamos que en el Perú haya otro igual capaz de entrar con la facilidad y la claridad con que lo hacia el maestro Encinas en el mundo maravilloso del niño. De esta su capacidad se desprendía su idea de comprender al niño como el primer problema para educarlo con eficacia.
Y al propio tiempo era intolerante con todo lo que representaba simulación, impostura, mentira, injusticia, soborno o sometimiento. Encinas jamás declinó su actitud ni se  apartó de sus ideas. En su vida no existe ni asomo de síntoma de algo contradictorio entre su personalidad y su pensamiento Era, pues, el caso extraordinario en que el nombre, en que su obra y su pensamiento se funde en una sola contextura perso­nal, comparable con las rocas de las montadas que sirvieron de cuna a su nacimiento.

Encinas y la  posteridad
Alguna vez dijimos que cuando los educadores peruanos estudiemos y comprendamos plenamente el pensamiento y la obra del maestro Encinas, no será más necesario imagi­nar diseños abstractos ni importar sistemas pedagógicos foráneos.
Hoy, al revisar sus libros llenos de sabiduría pe­dagógica de hondos alcances, lo repetimos con el orgullo de considerarnos, aunque muy a la distancia, su discípulo y más en el sentido de que todos los maestros peruanos tienen el deber de serlo ya que con justeza se le llamó en vida "maestro de las maestros peruanos".
Si su obra como técnica de trabajo educativo no se ha podido continuar, ni repetir; su pensamiento como ideología política todavía pertenece al futuro desde muchos pun­tos de vista.
La integralidad educacional tanto desde el punto de vista evolutivo del ser como de los aspectos que entraña su estructura personal, corno individuo y como miembro de la comunidad, todavía está en el plan de teoría.
La educación a base del respeto a la autonomía del ser, del cultivo de la capacidad creadora, de su socializa­ción para la participación dinámica en el desarrollo de su comunidad y la capacitación para el trabajo productivo base del desarrollo económico, están por realizar los maestros del Perú.
Y ciertas cuestiones específicas como la interpre­tación de la conducta, el sentido nuevo de la didáctica, el procedimiento evaluativo o la utilización del cogobierno en el manejo de las instituciones educativas no están siendo claramente interpretadas, mucho menos utilizadas como corres donde a los principios que lo sustentan.
Estas informaciones nos permiten pensar que la obra de Encinas todavía pertenece a la posteridad y por lo tanto es deber y responsabilidad de educadores y conductores de la política de la educación, revisar a conciencia la pedagogía y las experiencias del maestro Encinas.
El  colofón a la  obra de Encinas
Miguel Ángel Buonarote el genial artista italiano dejó muchas de sus obras inconclusas; no por eso  aquellas obras dejan de ser obras maestras del arte universal.
Por una rara coincidencia, la mayor parte de las obras experimentales de Encinas fueron truncadas por diversas razones.
Su primera experiencia, la de la Escuela Nueva en Puno, no fue plenamente realizada, porque el clero, personificado en monseñor Ampuero, prácticamente lo hostilizó hasta obligarlo a salir de Puno. Pero si, en cuatro años de estadía tuvo tal fuerza de influencia sobre la generación de sus discípulos, haya que pensar, como habrían sido los alcances de su labor si permanece más tiempo.
En Barcelona, junto con otro puneño, el médico Juan Felipe Arce, fundó el Pedagogium, pero al efectuarse la caída de Leguía su expatriador, sintió los llamados de la patria y después de dos escasos años de experiencia y de investigación tuvo que volver al Perú en 1930.
Al llegar al Perú fue elegido en 1931 Rector por votación unáni­me del cuerpo académico y del alumnado de la Universidad de San Marcos. Y antes de completar dos años fue cerrada la universidad por el General Sánchez Cerro Y las reformas emprendidas quedaron desgajadas.
Fuera de la universidad fundó con su propio peculio y el de sus hermanos Enrique, Moisés, Victoria, Guillermina y Aurora, el Colegio Dalton, en Lima, para ensayar en el Perú este nuevo sistema. Antes del año de fundada la institución, fue invitado por el gobierno panameño para dictar unas conferencias al ma­gisterio de aquel país. A su retorno fueron cerradas las puertas del país por Sánchez Cerro, el mismo gobierno que había clausurado la Universidad de San Marcos. Y tuvo que abandonar el Colegio Dalton en manos de sus hermanos, te­niendo que peregrinar por los países de América exilado por segunda vez.
Fijó su residencia contratado por el Liceo Aguayo en Cuba en 1939, para dirigir el departamento de investigaciones psicopedagógicas, Allí pudo realizar una labor más precisa hasta 1944 en que, nuevamente, liberado el país del gobierno opresor de Sánchez Cerro que fuera asesinado sintió ansias incontenibles de volver al terruño y volvió al Perú, pero no habiendo terminado plenamente su labor en Cuba.
Una vez retirado a sus cuarteles de invierno de la vida, terminó sus obras Historia del Colegio San Carlos de Puno, El proceso de la Educación Secundaria, La Reforma Universitaria, Historia del Niño y Totemismo Indígena; pero la muerte le cercenó la vida y no permitió que los llegara publicar.
Su vida profesional nunca sufrió el dolor de la frustración, pues no obstante de haber realizado tan fecun­da labor conceptual y práctica, murió sin merecer del Estado ninguna pensión. Y es que en el fondo los Gobiernos oligárquicos, no lo dejaron ocupar siquiera un modesto cargo directivo en el Ministerio de Educación.

Si el maestro Encinas hubiera llegado a ocupar la cartera de Educación, poco tendríamos que hacer hoy para reformar la educación. Y si hubiera llegado a la presidencia como alguna vez se le insinuó, Encinas hubiera sido para el Perú lo que Sarmiento para Argentina, pero con el espíritu de este siglo y entonces la revolución peruana se habría realizado por los años treinta.

De "Historía de la Educación en Puno" extraemos este texto sobre la obra del "maestro de los maestros peruanos".

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