viernes, 4 de noviembre de 2011

Fundación de Puno


Escudo de Puno
Con motivo del aniversario de la fundación de Puno compartimos algunos extractos de "Malica" cuento de José Portugal Catacora sobre el descubrimiento de las minas de San Juan de Alba y el traslado de dicha ciudad al poblado del "ayllu de Orkopata". 

Si quiere saber más sobre la historia de la fundación de Puno les recomendamos leer los interesantes artículos de Rene Calcín Anco y José Luis Ayala. Asi también, un interesante recuento sobre la discusión sobre el origen de la ciudad de Puno de Nicanor Dominguez

MALICA

Portada del cuento "Malika" (1942)
"Transcurrieron desde entonces varios años, y el a­mor del gallardo andaluz con Malica la indiecita de estirpe impe­rial, se deslizaba tranquilo y sereno, como los ambientes de la puna grávida de silencios en que vivían hasta que un día se anunció en los asientos mineros de Azo­guini, la orden de suspender la explotación, porque así era la voluntad del Rey de España (1).

Los mineros que allí trabajaban, tuvieron que emi­grar hacia otras regiones en busca de nuevas minas que explotar. José Salcedo, entre quedarse y vegetar en medio de los nativos o irse en pos de fortuna, resolvió por par­tir, acaso impulsado por el oculto espíritu sanchopan­cesco que lo hizo venir desde España. Y así manifestó su deseo de marcharse.

Ante aquella resolución inesperada de su amado, Malica creyó que había llegado la hora en que debía cum­plirse la predestinación de repetirse la tragedia de Cusi Coillur, porque amaba el apuesto y romántico andaluz tan intensamente como aquella había amado a Ollantay. Y una verdadera lucha de pasiones se inició en su alma candorosa. ¿Debía dejarlo ir y quedarse tranquilamente, o debía partir con él?

Debatiéndose entre indecisiones, recor­dó que alguna vez había oído hablar y reír con sorna a su padre, cuando éste observaba la infructuosa búsqueda de minas en los cerros próximos por los españoles; ha­ciendo advertir con esto, que él sería conocedor de algu­na oculta mina. Entonces, valiéndose de mil artimañas, en cierta ocasión logró que su padre le trasmitiera el se­creto.

Y un día habló con él (José Salcedo, su amado) de este modo:
— ¿Si yo te mostrara una rica mina de plata, te quedarías?
— iNaturalmente!—respondió el audaz aventurero, en­tusiasmado.

Ante esta exultante respuesta le reveló el secreto con todos los detalles y luego convinieron en que al día siguiente ella iría a pastar llamas en el cerro y el lugar en que permaneciese más tiempo, sería el de la mina.

Así ocurrió. Y semanas más tarde se desaguó la laguna artificial,  descubriéndose una de las más ricas plata minas de plata en América. Y José Salcedo se convirtió en el minero más afortunado y opulento del Perú, cuyas riquezas podían competir con las relatadas en los cuentos de las “Mil y una Noches” y cuya fama llegó hasta las cortes europeas.

Pero esta felicidad y esta bonanza no pudieron du­rar por mucho tiempo. Un día empezaron a revivir los provincianos resquemores de la vieja España entre anda­luces y vizcaínos. Estos, movidos por la ambición de conquistar la hegemonía entre los mineros, con injusta men­gua de los intereses de Salcedo, demostraron turbulencia y rebeldía inexplicables, iniciándose una abierta pugna en­tre los partidarios de Salcedo, andaluces, y los vizcaínos; hasta que llegó una noche de San Juan en que, en me­dio de la fiesta del Santo, los “vivas” a Andalucía y a Vizcaya se cruzaron en la plaza principal, con sus consi­guientes represalias de los “mueras”.  Los ánimos se violen­taron y se entabló una lucha encarnizada, muriendo como consecuencia muchas personas.

En aquellas circunstancias fue nombrado XVI Virrey del Perú don Pedro Antonio de Castro y Portugal, déci­mo Conde de Lemos, Marqués de Sarria y de Galimara y Duque de Taurisana.

Cuando este Virrey llegó al Perú, su primera acti­tud fue averiguar todo lo relacionado con los disturbios de Laicacota. Y al enterarse de la enorme amplitud de las luchas, resolvió trasladarse personalmente al foco de los disturbios.

Y una tarde, acaso la que coincidía con el aniver­sario de la llegada miserable de Salcedo a Orcopata, se presentó el Virrey en las proximidades del asiento minero. ¡Pero de qué distinta manera!

José Salcedo y su compañera, la inolvidable Malica, le habían preparado un fastuoso recibimiento.

Baldosas de plata cubrían el camino regado y per­fumado con flores silvestres, hasta una distancia de más de una legua de la población minera: la ciudad de San Luis de Alba, levantada sobre la laguna embrujada.

Arcos adornados con broqueles y preciosos objetos de orfebrería y filigrana deslumbrantes, se habían levantado de trecho en trecho, a lo largo del camino.

Aquella fastuosidad asombrosa sobrecogió la codi­cia del Virrey, y amparándose en su excesiva fé religiosa que rayaba en el fanatismo, concibió la idea de apoderar­se de tan fabulosas riquezas para dedicarles al culto.

Casa del Conde Lemos
Es por eso que escuchó con mayor atención a los detractores de Salcedo y dió mayor pábulo a todas las a­cusaciones que le hicieran, hasta el extremo de declararlo culpable y condenarlo a muerte.

Mientras se desarrollaba el proceso, el Virrey se había instalado en una casa particular (2) al pie del ce­rro Huajjsapata; de modo que, cuando volvió a Laicacota, después de ejecutado Salcedo, para apoderarse de las mi­nas y de las riquezas arbitrariamente expropiadas, se en­contró con la tremenda sorpresa de que la mina había si­do anegada y que los tesoros habían desaparecido,

Malica aquella mujer sencilla y buena, de alma lím­pida como el agua de las vertientes cordilleranas, que ha­bía revelado el secreto prohibido de sus ancestros al hom­bre elegido de su corazón, para demostrarle la grandeza de sus sentimientos; aquella misma mujer que había sabo­reado desde la llegada del Virrey, todas las torturas de la ansiedad y todos los matices de la amargura, y que había descubierto toda la felonía y toda la depravación moral que se ocultaba detrás de la apergaminada y oropelesca noble­za de los españoles, juró vengarse, desbaratando los planes de los sacrificadores de su amado, del mismo modo como aquellos habían destrozado sin piedad su existencia y su porvenir.

Al conjuro de aquel juramento, el Virrey Conde de Lemos, sólo encontró el fracaso de sus ambiciones; porque cuando los sayones de éste la buscaron para pren­derla, nadie supo de ella. Había desaparecido misteriosa­mente, junto con los tesoros, luego de inundar las minas.

Restos del Fuerte San Luis de Alba
El Virrey creyó que aquella desaparición era una obra diabólica y, desesperado en medio de su fanatismo y arrepentimiento, mandó a demoler la ciudad de Laicaco­ta (San Luis de Alba) e hizo sembrar sal sobre sus es­combros, Las imágenes de los santos de la iglesia fue­ron trasladadas a la capilla que existía al pie del cerro Huajjsapata (3) y fijó este lugar como la capital de la región del Collao; quedando Laicacota otra vez sumido en el embrujo de sus leyendas. En sus parajes, silentes, so­litarios, y sombríos, donde apenas quedaron algunas pie­dras en hieráticas posturas y muchas bocaminas de um­brales poteados como fauces calladas o como madrigue­ras de extraños animales, cuentan los nativos de hoy, que el alma de Malica sigue vagando como el numen tutelar de las misteriosas riquezas que guardó y que seguirá guar­dando hasta la consumación de los siglos, sino aparece otro Salcedo, vigoroso y pujante que desentrañe el miste­rio de la laguna embrujada.

Es así como el primitivo ayllu de Orcopata, levan­tado sobre los roquedales de una gigantesca concha ma­rina de qué ignotas edades, el pie de los cerros totémicos de: Kancharani, San José, Quimsa Cruz y Azoguini y so­bre la límpida bahía del lago sagrado de los incas, se tor­nó Puno la ciudad más alta del mundo.

En sus rojas alboradas que estallan amplias y eu­fóricas sobre las plateadas aguas del Titicaca, vibra la bonanza espiritual y material de los días de Salcedo.

Y en el alma de sus gentes, palpita, al compás de los nuevos tiempos, la austeridad quechua, la rebeldía colla y la libertad andaluza, sin los alardeos ni la afectación de otros climas, a tono con la influencia majestuosa y sere­na que recibe del escenario telúrico en que se desen­vuelve su vida.

Extractos tomados de "Malica" (1942) publicado también en "Puno Tierra de Leyenda" 1955. Tambien puede leer leyendas del origen de otras ciudades de Puno como Juliaca , Huancane, Carabaya, Azángaro , Juli  

VER TAMBIEN: Teatro Infantil MALIKA

NOTAS EXPLICATIVAS.-
(1)   ORKOPATA, significa "encima del cerro", es la parte alta de la actual ciudad de Puno.
(1)   Allá por los años de 1662 se habían descubierto y se explotaban las minas de azogue de Azoguini en Puno y Santa Bárbara en Huancavelica, pero como el azogue de estas minas estaban desplazando al azogue de España, el Rey recibió la queja de los mineros españoles de este hecho y dispuso que se ahogasen las minas peruanas.
(2)           Existe actualmente la citada casa en un ángulo de la plaza de Armas de Puno, con el nombre de la Casa de Conde de Lemos.
(3)           Sobre el sitio citado se levante en la actualidad le pétrea catedral de Puno.

FUENTES.-
Tradiciones Peruanas (Tomo I) por Ricardo Palma.
Ollantay (Drama) por Ricardo Rojas.
Historia de la Fundación de Puno, por José Antonio Encinas.

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