miércoles, 8 de junio de 2011

Juli : Leyenda de su fundación incaica

Lulli, pintura de Daniel Cossios en su libro "Breve Bestiario Peruano"

Con motivo del aniversario de la designación de la ciudad de Juli como capital de la provincia de Chucuito (2 de junio de 1828) reproducimos extractos de la historia del orígen de Juli y su nombre publicada por José Portugal Catacora en el número 6 de la Serie Lectura para Niños bajo el título de  "Lulli: ave de la paz" (1946).

Allí se relata el avance del inca Lloque Yupanqui sobre el altiplano y su alianza con los reyes quechuas Jatun Colla y Paucar Colla, que así unidos se enfrentan a los reyes aymaras  Sapana y Khari en la batalla de "Bebedero" sobre el rio Ramis.

"Las primeras flechas hendieron los aires y un cla­mor multitudinario de guerra invadió todo el campo de ba­talla, lanzando a los hombres, unos contra otros, en son de matanza y sed de sangre humana, cuando de repente ocurrió lo inesperado… 

El cielo encapotado de densas nubes negras, se abrió como una amplia ventana y una blanca alborada se asomó por el oriente, mostrando al astro rey, el sol, en todo su esplendor y brillantez.

A poco, como brotado de las ígneas entrañas del sol naciente, apareció un ave de tamaño gigantesco, lu­ciendo bellos plumajes color de tornasol y rodeado de un halo misterioso, diáfano, indescriptible.

El ave misteriosa, se dirigió de oriente a occiden­te en vuelo rápido, casi precipitado. Y una vez que estu­vo sobre el campo de batalla se detuvo. Luego, pla­neando, planeando, bajó hasta tocar casi las cabezas de los combatientes y a esa altura empezó a dar vueltas en vuelo parsimonioso.

Lulli, el ave símbolo de la paz!

Exclamaron los guerreros, estremecidos de místico sobrecogimiento. Y llenos de unción se arrodillaron en masa. La pampa semejaba a un inmenso adoratorio. Y nadie más pensó en la lucha".


 —Celebro con emoción intensa este gran aconte­cimiento (dijo Lloque Yupanqui) , que trae un día de gloria para nuestros pueblos. Y creo justo que la segunda venida de Lulli debe perennizarse en la memoria de los tiempos. Para ello, propongo que sellemos el pacto de nuestra amis­tad en un gran nudo de nuestros huaraccas y le ofrende­mos a la gloriosa aparición de Lulli, el ave símbolo de la paz, en un lugar propicio de este suelo que acaba de ser el es­cenario del nacimiento de una auténtica confraternidad social.

Dicho esto, los cinco monarcas entrelazaron sus hondas y las colocaron sobre un improvisado altar de pie­dras.

Pero, cuando los sacerdotes se disponían a encen­der la fogata sagrada para quemar la ofrenda, tal como era de usanza ritual. Lulli, bajó rápidamente desde la altu­ra sobre el altar improvisado, y tomando el nudo de las cinco huaraccas entre sus poderosos picos se marchó a gran velocidad, hacia el Sur.

Todas las miradas lo siguieron sorprendidas y una interrogación invadió la pampa, cuando súbitamente desapa­reció Lulli entre las cuatro cumbres que se yerguen al final de la pampa.

Ante aquel hecho insólito, los dos ejércitos con­fundidos en una avalancha multitudinaria, indistintamente, sin plan y sin orden alguno, iniciaron su marcha hacia el sitio en que Lulli desapareciera, como dirigidos por mandatos sobrehumanos o como animados por fuer­zas interiores de recóndita inspiración, seguidos de sus jefes y monarcas.

Cuando hubieron llegado al centro de las cuatro cumbres, el ave misteriosa se presentó nuevamente en el cielo. Bajó al fondo de la encrucijada y depositó la o­frenda de las cinco huaraccas en un sitio prominente y central.

Los reyes comprendieron que la voluntad de Lulli era que la ofrenda se le tributara, no precisamente en la pampa que había servido de escenario al nacimiento de la paz en sus corazones, sino en aquella encrucijada paternalmente cobijada por las cuatro cumbres: Pucarani, Cca­raccollo, Sapaccollo y Olla (1)

Y allí se dispuso la rendición del culto a Lulli, el dios de la paz.

Apenas estuvo expedito el altar, se encendió la pi­ra sagrada con la ttola de las cuatro cumbres, en cuyo centro, pendiente de un largo madero adornado con cintas de colores, se colocó el nudo de las cinco hondas.

¡Hombres de piedra! (Dijo Lloque Yupanqui) Eternizad este día, estableciéndoos en el lugar en que habéis edificado el altar para celebrar la paz de vuestros corazones, y tendréis un glo­rioso destino en el correr de los tiempos...”  

Y la voz quedó vibrando en el cielo y su eco im­pregnado en los cuatro montes que circundan el sitio pre­destinado, donde los cinco monarcas ordenaron la coloca­ción de las bases del nuevo ayllo.
Y así nació el gran ayllu de Lulli, españolizado en Xuli durante la colonización y simplificado en Juli, posteriormente. Tiene, pues, la virtud legendaria de haber na­cido al calor de la inspiración del segundo advenimiento del "dios de la paz" en tierras de la América Andina, co­mo símbolo de amistad entre incas, collas y aymaras; edi­ficado en un sitio elegido por designio providencial de la mitología collavina, con puertas al norte y al sur para dar paso triunfal a los caballeros andantes por la carretera pa­namericana, con amplío mirador hacia las playas del Titi­caca y protegido por los cuatro gigantescos muros cósmi­cos, en donde—el decir de los viejos tradicionistas ayma­ras—se posan los soles en los días radiantes y calurosos y la luna platica con las sirenas del lago en las noches de plenilunio.

NOTA Y FUENTES

(1)     Los cuatro cerros que con Pucarani, protegen a manera de las siete coli­nas de Roma a Juli.


Comentarios Reales.-Garcllazo de lo Vega.
El Departamento de Puno (Monografía).-Emilio Romero.
Monografía de le Provincia de Chucuito.- J. Alberto Cuentas Zavala, Leyendas populares.

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